ORGULLO Y PREJUICIO
Siento orgullo por las personas trabajadoras que cuidan, que educan, que curan. Por aquellas que son capaces de apartar sus problemas vitales cuando entran al hospital, al aula, a la residencia.
Hay que tener mucho valor y coraje para enfrentarse al actual y progresivo deterioro del sistema asistencial, educativo y sanitario. Y eso, solo se consigue con vocación; con tripas y corazón formados para empatizar con las personas desprotegidas por edad o salud.
Siento prejuicio por la clase política dirigente que no ha organizado ni dirigido el mapa educativo, formativo y curricular de esta sociedad. Sus políticas están matando la parte vocacional y humana de las profesiones. Recortes, privatizaciones y empleos precarios queman y descuartizan voluntades profesionales.
Si ustedes señores dirigentes no empatizan con las necesidades de la ciudadanía y no tienen vocación de servicio público volcado a mejorar la sociedad, no jodan.
En política cabe todo. Lo vemos y sufrimos constantemente.
Pero no debiera ser así.
*Publicada el 24/10/21 en El Correo, en su sección Cartas al director algún día a la Dirección.
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